Las restricciones geográficas son medidas administrativas que muchos servicios de internet utilizan para acotarla disponibilidad de sus productos. Por ejemplo, todos los servicios emisores de vídeo legales suelen ofrecer diferentes catálogos de contenido a clientes dependiendo del país en el que se encuentren y de las licencias que tenga el servicio para distribuir determinados títulos en cada territorio. La ubicación geográfica de un usuario de internet suele quedar determinada por su domicilio IP.
Una VPN de buena calidad puede resolver el problema de las restricciones geográficas para sus usuarios asignándoles un domicilio IP diferente al propio, determinado por la ubicación del servidor que está usando el cliente. Pero además de disimular el domicilio IP de cada cliente la de VPN también es que el lujo de datos que entra y sale de cada dispositivo cifrándolo para que ningún observador externo pueda monitorearlo.
Aunque sea vuelto la práctica prevalente hay muchos internautas que no tienen mira más remota idea de porque sus dispositivos y navegadores de web solicitan tener acceso a su localización. La mayor parte del tiempo, la mayoría de los usuarios simplemente lo permiten.
Tener un dispositivo asociado con un lugar específico puede ser muy práctico para etiquetar fotos, ordenar comida y que Uber sepa a dónde necesita pasar a recogerte, pero igual que todo lo tecnología digital también tiene su lado oscuro. Puesto que tu localización queda expuesta para las aplicaciones dedicadas y terceros actores hay un riesgo de que tu privacidad sufra.